2 de abril de 2007

No me matéis, ¿qué os he hecho ?



.

5 comentarios:

Mònica dijo...

Es una pena lo que hacen con las pobres focas....

Besotes!

nieves dijo...

Yo prometo no comer bacalao,para que no usen esa disculpa.Somos los depredadores más sanguinarios.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Cómo se puede tener la sangre fría de matar a un ser que te mira con esos ojitos?
Me avergüenzo de ser humana cuando veo actos así

Anónimo dijo...

Platón: “Quien trata inhumanamente a otro ser sintiente sometido a su poder, muestra con ello una naturaleza inhumana”.

La relación de los seres humanos con la naturaleza y más en particular la relación de los humanos de las sociedades industrializadas con los animales, plantea problemas ético- políticos cuya relevancia no se puede ignorar a comienzos del S. XXI.
Los derechos de los animales son un conjunto de principios que defienden que los animales deben ser respetados y debe evitarse su explotación. Los movimientos que opinan que los animales tienen también derechos como los seres humanos van desde los activistas radicales, hasta organizaciones que defienden una mejor relación entre los animales y las personas.
Existe una Declaración Universal de estos derechos, pero al no estar respaldada por la ley dentro de ninguna constitución es infringida constantemente: los malos tratos, la privación de la libertad, las exhibiciones, la experimentación, las matanzas...violan todos sus derechos. El número de animales que anualmente mueren en experimentos realizados para la investigación básica o la industria química, farmacéutica, militar, cosmética o alimentária según el primer informe de la Comisión Europea en 1991 fue de 11.790.485, cifra que no ha disminuido en los últimos años.
La experimentación con animales es éticamente injustificable, porque resulta cruel y humillante, pero desgraciadamente es necesaria en muchos casos (como por ejemplo la fabricación de medicinas) por ello existe el deber moral de minimizar el número de experimentos, el número de animales involucrados y el sufrimiento de cada uno de ellos. Por esto deberían prohibirse las muertes para la obtención de objetos innecesarios, como por ejemplo: maquillajes, carteras de cuero, abrigos de pieles... No se trata de elaborar “listas rojas” de especies que comienzan a estar amenazadas, sino cambiar nuestra manera de producir y consumir, respetando más a los seres vivos que nos rodean.
Y es que el ser humano a pesar de su humanidad constante es capaz de deshacerse de ella en un instante y comenzar a comportarse de forma inhumana. Por ello la declaración tiene como meta poner un límite al comportamiento humano.
Como dice Jorge Riechmann, "que los animales no sean morales, no es razón para que no puedan llegar a ser considerados portadores de derechos", ¿acaso sólo pueden tener derechos los seres humanos?, ¿es que no merecen un mínimo de respeto los animales? Excluir a los animales del universo moral o degradarlos a objetos morales de segunda categoría con el mero pretexto de que no pertenecen a la especie humana es tan arbitrario como la exclusión o degradación de negros con pretexto de su raza o de las mujeres por su sexo. El prejuicio de especie es tan inaceptable como el sexismo o el racismo. No obstante entre el especismo, racismo y sexismo caben diferencias: superar el sexismo y el racismo implica reconocer a los negros y a las mujeres como sujetos morales, como personas, superar el especismo no implica lo mismo, ya que los animales no son personas; es necesario incluirlos dentro de lo moral pero no como sujetos morales, que nunca podrán ser.
A menudo se acusa de misántropos a los defensores de los animales y se les recrimina que luchar en favor de estos supone una pérdida de tiempo y esfuerzo en un mundo donde millones de personas viven peor que los animales domésticos de los países del primer mundo. En parte tienen razón, aunque no todos aquellos que se preocupan de los animales descuidan al género humano y viceversa, existe un punto medio entre el antropocentrismo (doctrina según la cual los intereses humanos son moralmente más importantes que los de los animales) y el biocentrismo doctrina que se opone a la anterior.
Los seres que forman parte de una comunidad moral y que han de ser tenidos en cuenta en nuestras deliberaciones morales son aquellos que pueden ser dañados, en términos aristotélicos: “que poseen un bien propio y que por tanto pueden ser frustrados en la consecución del mismo.”
Ampliar los límites de la comunidad moral hasta incluir en ella a los animales implica considerarlos no como meros instrumentos, sino como sujetos de dignidad y objetos de respeto (puesto que esto es lo que significa ser miembros de una comunidad moral.) y por tanto debemos reconsiderar críticamente el trato brutal y el sufrimiento gratuito que muchas veces les causamos.
Los criterios que aplicamos para atribuir capacidad sensitiva a otros seres humanos son aplicables también a los animales; ya que la ciencia nos enseña que los animales tienen un sistema nervioso del mismo tipo que el nuestro. En las sensaciones, al contrario de las simples percepciones, está siempre implícito un momento de valoración positiva o negativa, por ello los seres capaces de tener sensaciones tienen intereses.
Ocurre que hay buenas razones para pensar que los seres vivos que no son personas en el sentido estricto (incluyendo a los niños y los enfermos en coma) no deben ser tratados como meras cosas sin significación moral, pero ¿por qué se discrimina entonces a los animales si no existe ninguna diferencia moralmente relevante que justifique un trato diferente a seres que tienen capacidades sensoriales, intelectuales y emocionales semejantes? No existe característica alguna que nos sitúe a cada uno de los seres humanos por encima del resto de los animales. Ya sea el lenguaje o la autoconciencia, siempre habrá algún humano privado de ella. De modo que tales criterios no pueden ser válidos: de basarnos en ellos justificaríamos el maltrato y explotación de estas personas, algo totalmente intolerable en humanos pero al parecer, no para con los animales.
Según Jorge Riechmann, para terminar con estas dudas habría que "conseguir la ampliación de nuestra conciencia moral, el cambio y profundización de nuestros valores, consiste sobre todo en lograr que nos afecten circunstancias que hoy por hoy nos dejan indiferentes" como por ejemplo la tauromaquia o las peleas de gallos. En cierto modo lo que está en juego es aumentar nuestra vulnerabilidad. Dejarnos herir por lo que hoy apenas nos afecta. Abrirnos, en definitiva, al dolor del otro.
Los seres humanos tenemos obligaciones especiales hacia los animales domésticos ya que pueden sufrir mucho más que los salvajes cuando no se cumplen sus expectativas en relación con los seres humanos. El animal domesticado no es sólo una fuente de leche, huevos, compañía, protección... son también una puerta entre nosotros y “lo otro” de la naturaleza salvaje.
En definitiva, a pesar de que en la actualidad no se respeten todavía los derechos humanos y aunque este sea el tema principal del que debemos preocuparnos: el problema de los emigrantes, la lapidación de mujeres en África, las guerras (Irak), el problema del hambre del tercer mundo, las enfermedades como es SIDA y el alto precio de los medicamentos... Debemos ir introduciendo en nuestra sociedad también el tema de los valores y de los derechos de los animales, para intentar evitar con esto la violencia e injusticia hacia los seres más débiles y la extinción de especies. Pitágoras dijo una vez:
“Mientras el hombre siga siendo el despiadado destructor de los seres vivientes inferiores jamás conocerá la salud y la paz. Mientras los hombres sigan masacrando animales seguirán matándose entere sí.”
Es nuestra responsabilidad ya que somos los únicos seres conscientes de los grandes daños que podemos causar en el medio ambiente y en consecuencia a nosotros mismos.

nieves dijo...

Lau(ra)...ya sabes , OK a todo. :)!Casi debería hacer un post con tu comentario!.
Gracias por la visita.